viernes, 5 de agosto de 2011

La estética del límite.

Percibir es organizar.
Para organizar es necesario separar.
Separar es poner un límite.
Sin limites no existe la percepción.
Y sin percepción, no hay existencia.
Percibir es organizar. Organizar no es otra cosa que crear un conjunto. Esa capacidad para crear conjuntos responderá siempre a pautas estéticas como, por ejemplo, curvas, rectas o ángulos. Es decir que la percepción se organiza en base pautas o leyes. Y estas leyes siempre serán de orden estético. Muchos son los autores y escuelas de pensamiento que se han dedicado a estudiar estas leyes de la forma. De todas ellas, quizá la escuela más famosa haya sido la Gestalt alemana. Seguro que habéis oído hablar de ella aún sin saberlo, son aquellas famosas fotos que salen en muchos programas y revistas. Esas en las que figura y fondo se mezclan, armando distintas imágenes en función de donde hayamos colocado nuestra atención. Las leyes estéticas o de la forma son muy diversas, probablemente solo hayamos conceptualizado las más sencillas. Tengamos en cuenta que, según la teoría sistémica todo lo existente está regulado por dichas leyes. Ahora bien, de todas las leyes estéticas existentes, conocidas o desconocidas, existe una de rango superior, inmanente a todas las demás, esa es la ley del límite.

Y es que el límite es aquello que diferencia entre una organización estética y la otra. Nada puede ser percibido y por tanto existir si carece de límites.

Partiendo de esta base es que podemos comprender el desarrollo existencial de un ser humano. ¿Cómo? A través del que quizás sea el primer límitante con el que un recién nacido se enfrenta al salir del útero materno: la realidad. Una realidad contra la que el bebe choca. Haciéndolo sufrir y por tanto obligándolo a sentir, a sentirse, a percibirse. Así es que los seres humanos solamente pueden tomar una verdadera conciencia de existencia a través del choque con el mundo exterior. Quizá sea por eso que, las llamadas personalidades limítrofes, esas que se caracterizan por poseer "sí mismos" débiles, suelen tender a las autoagresiones, tatuajes, peleas o excesos de cualquier índole. Todo aquello que les permita encontrarse a sí mismos a través del dolor que el golpe de la realidad les ha provocado.

El limite entre el "yo" y el "no yo"
se ensancha. Abriendo el espacio para
un mundo infinito de fantasía.
Transformando en experiencia
trascendente el  pertinaz dolor de la
existencia.
El problema siempre radica en que dicho golpe contra la realidad genera una tasa de dolor mucho mayor de la que podemos naturalmente llegar a tolerar. Es por esto que los humanos, como criaturas enormemente conscientes de nuestro entorno que somos, hemos generado los llamados "espacios intermedios". Áreas que surgen durante las primeras etapas del desarrollo infantil. Es ahí cuando nos encontramos con los famosos chupetes, osos de peluche o cualquier otro objeto que actúe como puente en el conflicto yo-mundo. Los cuentos infantiles, las fantasías o ciertos mitos, son buenos ejemplos de como en el ser humano este límite se ensancha para crear un área de infinita fantasía y creatividad. Y cuando hablo de infinito, no me estoy precisamente tomando ninguna clase de licencia poética. Ha sido el filósofo Gilles Deleuze el que mejor ha conceptualizado esto. Según sus palabras, todo borde, límite o frontera es infinito. Suena algo extraño, pero si no, pensemos en el hecho de que siempre nos será imposible delimitar con absoluta exactitud donde termina una cosa y empieza la otra. ¿Donde EXACTAMENTE acaba nuestra casa y empieza la calle? ¿En que preciso momento dejé de estar despierto para dormirme? Al igual que sucede con el número "Pi", las decimales a calcular escalan hasta llegar al infinito. De esta forma es que los límites no solamente son fronteras entre distintas clases de organizaciones o sistemas, son además horizontes, ventanas hacia el misterio de lo inacabable. Un enigma que se extiende a todos los niveles a través del principio de isomorfismo. Ese que afirma que "lo que es arriba es abajo". Sosteniendo que en una célula se dan procesos análogos a los de un cuerpo o a los de una sociedad. Como en el caso de los lugares fronterizos, en los que el misterio y la diversidad cultural florecen. Buenos Aires, la triple frontera, la Francia dividida de la segunda guerra, la Casablanca de Boggart... Todos ellos lugares en los que la frontera entre realidad y ficción se diluye hasta perder su sentido. Cunas de genios y transgresores. Grietas a través de las cuales se nos abre la oportunidad de escapar, de trascender. ¿Hacia donde? Las posibilidades son muchas. No olvidemos que la terapia se construye en el límite. En la infinita frontera entre quienes somos y quienes podemos llegar a ser. Que la experiencia espiritual también se da en este borde donde sangre y vino, pan y cuerpo, "si mismo" y universo, se fusionan para armar una nueva dimensión.

Supongo que a estas alturas ya nadie debe entender una mierda de lo que estoy diciendo. ¡Joder! ¡Si hasta parezco un psicoanalista! Será mejor intentar bajar esto a las vicisitudes de nuestra cotidiana realidad. No sé si esta es la primera vez que leéis PSA, si así es, permitidme explicaros algo sobre la omnipotencia. Solamente aclarar que es un término que utilizo para describir aquella creencia, asumida por una persona o colectivo, de que en esta vida todo se puede o, al menos, más de lo que humanamente resulta posible. La omnipotencia es el gran fenómeno psicológico de nuestro tiempo. Una manera insana de mirar el mundo, de relacionarse con él. Anestesiando nuestros afectos. Deshumanizandonos y alejándonos de los demás. Rompiendo comunidades. Pero sobre todas las cosas, no tolerando ninguna clase de límite.

Famosa propaganda que busca vendernos
ropa deportiva exaltando el patológico valor
de la omnipotencia.
Es justamente ahí donde encontramos la clave. No en vano "slogans" como el archifamoso "imposible is nothing", impulsan a millones de jóvenes y no tan jóvenes a consumir. Como no hacerlo si en este occidente postmoderno y omnipotente, lo limitante está peor visto que nunca. Y donde los dones y ventajas de la omnipotencia terminan siendo objeto de culto. ¿Dones de la omnipotencia? Muchos. Pues al principio este aumento de la citada característica tiene sus ventajas. La inteligencia aumenta, y el hecho de no tolerar límite alguno nos ayuda a veces a ser más creativos. Sin embargo esta creatividad omnipotente pronto entra en un proceso de degradación. Como si al romper con esos límites, nuestra existencia perdiera coherencia y todo terminara "dando igual". Son muchos los artistas que terminan sus vidas antes de tiempo en este oscuro camino. Quemándose en una espiral de omnipotente autodestrucción. No olvidemos que al igual que existe un "lo que es arriba es abajo" también está un "lo que es afuera es adentro". De tal manera que todo límite roto en el exterior, es paralelamente roto en el interior. Y ya se sabe: un sistema no puede diferenciarse de otros, es decir existir, sin límites o fronteras.

Volviendo al principio de isomorfismo. Ese que dice que lo que es afuera es adentro y que lo que es arriba es abajo. Nos encontramos con el drama de las comunidades afectadas, humilladas frente al desprecio que sus costumbres, es decir sus límites, sufren frente al embate de la cultura globalizada del libre mercado omnipotente. Donde cada uno vela por sus propios intereses. Donde la comunidades son degradadas hasta hacerlas morir. Abandonando a sus miembros en un abismo de profundo desamparo.

Antes de que se tuviera noción de historia, los vascos nos
reuníamos bajo un árbol para discutir nuestras leyes.
Hoy luchamos por mantener aquellas leyes.
Luchamos por nuestra existencia.
Luchamos por la dignidad.
Frente a esto solo nos queda luchar. Pelear por un mundo mejor. Como en el caso boliviano, donde a las costumbres de las distintas comunidades indígenas se les ha dado rango de ley. Algo similar a lo que sucede en el País Vasco, donde aún contamos con los fueros, costumbres ancestrales, surgidas en la noche de los tiempos y que de igual manera han sido transformadas en ley. Así, mientras que la dignidad queda resguardada, arropada entre los brazos del límite, se nos abre una puerta hacia la esperanza. Un camino de regreso hacia aquel tiempo menos cómodo. Claramente injusto. Pero que, a la vista de aquello que hoy estamos viviendo, sin duda fue más sano, quizá mejor.





Escribiendo desde el sur del sur.

Lic. Unai Rivas Campo.

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